sábado, 17 de octubre de 2009

Un Buen Retorno

Hace ya algunos años, en una petición al Señor, decía: "Puesto que creo en Tí, no creo en casualidades..."

No puede ser una casualidad que esta aventura la iniciemos en la fiesta de Cristo Rey

Una solemnidad reciente; el año 1925 el papa Pío XI que no debió hacerlo tan mal pues fue duramente criticado por unos u otros (pero todos ellos beligerantes), escribía en Quas primas que: "(...) la mayoría de los hombres se ha alejado de Jesuscristo y de su ley santísima en su vida y costumbres como en la familia y en la gobernación del Estado";

y también: "que nunca resplandecería una esperanza cierta de paz verdadera entre los pueblos mientras los individuos y las naciones negasen y rechazasen el imperio de nuestro Salvador (...), Señor y Rey del universo, el Principe de la Paz"


Pero esto es un don de Dios que hay que aceptar.

Porque puedo constatar que desde que el hombre ha descubierto que la razón jamás le enseñará qué hay más allá de lo infinito y eterno, prefiere ocultar la cabeza en el agujero de su temporalidad.

miércoles, 14 de octubre de 2009

Recuento de "No temas" en los Evangelios

[Para mayor provecho, ten una biblia a mano]

Tal vez podríamos empezar este recuento en Mt 8, 26
“¿Por qué teméis, hombres de poca fe?”

Después vendrán…

No los temáis, pues, [a los que os persigan] porque nada hay oculto que no llegue a descubrirse…” Mt 10, 26
Y no temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma (…)” V 28

En honor a la verdad debo incluir el resto el versículo

temed más bien al que puede perder el alma y el cuerpo en la gehena

Pero, como que no suena a amenaza sino a dar mayor confianza. Tenemos de nuestra parte “al que puede”. Seguimos

“(…) hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis, pues;(…)” V 30.31

Ni siquiera a la cruz; ese cruel castigo impuesto por Roma, penosamente familiar para los judíos… y para nosotros (V38). Proseguimos el recuento… en 14,27

“(…) ¡Ánimo!, soy yo; no temáis”

Si  continuamos leyendo, la respuesta de Pedro nos resultará desconcertante pues, para fiarse de Jesús, le pide hacer aquello que sólo un instante antes le llenaba de pavor: ir a Él.
 ¿También es nuestro caso?; en cualquier caso, Jesús es, de nuevo, contundente:

"¡Ven! (…)"  V 29. Y volvamos a la cuenta… de forma sorprendente

“(…) Levantaos, no tengáis miedo” 17, 7

Exhortación de Jesús a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan; y a ti, y a mí…
¿Por qué nos asusta oír “Este es mi Hijo Amado”?

No volveremos a escuchar tan tranquilizador mensaje hasta después de su Pasión

“(…)  no temáis, pues sé que buscáis a Jesús, el Crucificado;” 28, 5

Pero Él nos ama tanto que no es bastante que un ángel nos lo diga de su parte; muy seguido

“Entonces les dice Jesús: ‘No temáis. Id, avisad a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán’” V 10

Pues vayamos todos a 'Galilea' donde Él está con nosotros todos los días hasta el fin del mundo

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En Marcos la primera ocurrencia es bien entrado su Evangelio, concretamente poco antes de resucitar a la hija de Jairo que le dice a éste

“No temas; solamente ten fe” Mc 5, 36

Pero, curiosamente, casi empezamos como en el recuento anterior del Evangelio de Mateo. Solo que en este caso la exhortación se dice en un tono más positivo, más cariñoso: se trata de la vida de su hija, más importante que su propia vida.
También llama mi atención que, como en la Transfiguración, sólo se llevase a Pedro, Santiago y a Juan.

“(...) ¡Ánimo!, que soy yo, no temáis.” 6, 50

¿Cuántas veces nos asusta precisamente eso: esa capacidad suya para sorprendernos y sacudir nuestra mente embotada?

“(…) No os asustéis. Buscáis a Jesús de Nazaret, el Crucificado; ha resucitado”

Pero no hay manera; temor y espanto se apoderan de nosotros y callamos, ahogando la alegría de nuestra Salvación, por miedo.
Es tan difícil ver los signos que acompañan a los que creen. Suerte que la Palabra nos confirma en esta fe

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Con Lucas, en cambio, encontraremos la apelación apenas comenzar

“(…) No temas, Zacarías, porque tu petición ha sido escuchada;”
Lc 1, 13

“(…) No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios”
V 30

Los paralelismos son sorprendentes. ¿Por qué se “castiga” a Zacarías por realizar una pregunta similar a la que hizo María? He de suponer que la forma de preguntar, el alcance de la duda, fue muy distinto. Pero a los dos los llamó por su nombre

“y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen” V 50

(Ya sabemos que el temor de Dios nada tiene que ver con el miedo; por mucho que algunos intenten metérnoslo en el cuerpo y, peor aún, en el alma)

“(…) No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor;” 2, 10

No temas; a quién poco se le perdona, poco amor muestra 7, 47
Porque también a nosotros nos puede decir el Señor:

“(…) Tus pecados quedan perdonados”  V 48

O bien:

“(…) ¿Dónde está vuestra fe?” 8, 25 como dijera a los apóstoles en aquella tempestad calmada

Renunciar a la fe es aceptar el temor; pero, creíblemente, lo hacemos

“(…) le rogaron que se alejara de ellos, porque estaban poseídos de un gran temor. Él, subiendo a la barca, regresó.” V 37

Por eso el Señor nos insiste

“(…) No temas; solamente ten fe”  V 50

Y es por eso que solo los que tienen fe pueden admirar su transfiguración
Pero el temor es la gran baza del maligno enemigo que embota nuestra fe y, con su falta, nuestro entendimiento.

“(…) no lo entendían [el anuncio de la Pasión] y temían preguntarle” 9, 45

Pero el Señor, Buen Amigo, nos insta a tener fe y desterrar el temor de la duda

“Os digo a vosotros, amigos míos: no temáis (…)” 12, 4

La lógica (sí, sí: ¡lógica!) con la que el Señor quiere convencernos para no temer es aplastante:

“(…) no sois capaces ni de lo más pequeño, ¿por qué preocuparos de lo demás?” V 26

“No temas, pequeño rebaño, porque a vuestro Padre le ha parecido bien daros a vosotros el Reino”
V 32

La fe; no perderla, pues basta ella sola para desprendernos del temor. No es de extrañar que Jesús nos pregunte

“(…) ¿Por qué os turbáis? ¿Por qué se suscitan dudas en vuestro corazón?” 24, 38

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[continuará]