lunes, 22 de febrero de 2010

Domingo de la 2ª semana de Cuaresma

Gn 15,5-12.17-18; Salmo 26; Flp 3,17– 4,1; Lc 9,28b - 36

" Manteneos asi, en el Señor, queridos"

    [Andaba a la greña con mis pensamientos acerca de la idoneidad de esta monición hasta el mismísimo domingo poco antes de su lectura. Pues por un lado sentía que no señalaba el núcleo de la Palabra, esto es, que fue la fe en Ella lo que se le sumó en el haber de Abraham para pudiera así gozar de la dicha del Señor en el país de la vida; que por nuestra fe y la cruz de nuestro Señor, alcanzaremos la gloria de un cuerpo –todo nuestro ser– transfigurado por la resurrección. 
Finalmente, por ésta y otras causas, no la leí. De ahí que hasta ahora no introdujera la entrada
Pero, pocas horas de esta en que escribo este entrecorcheteado –noche del lunes– yo mismo decía a una buena amiga: “¿Acaso la Palabra, toda Ella eficaz, puede tener aspectos ‘secundarios’?”]



Ocho días después de anunciar por primera vez su pasión Jesús sube,  con sus más íntimos, a orar, a dialogar con lo Eterno. No busca glorificarse; sólo orar. Pero fruto de ese diálogo serán las maravillas que escucharemos en el Evangelio.
Pues muy a menudo, nuestra idea de “estar en la gloría” sólo atiende a deseos mundanos. Pablo nos advierte que muchos sólo se quedan con esta vanagloria del pensar al modo humano, y no la que nos dará su Resurrección tras la Cruz; única, como señala el salmo, que nos hará gozar de la dicha del Señor en el país de la vida.
Y un detalle en la lectura del Génesis. En toda maravilla, siempre surgirán buitres, como en la alianza de Dios con Abraham, que quieran aprovecharse de ella. Pero si el Espíritu mismo se convierte en fuego ardiente para sellar su alianza con nosotros, ¿a quién temeremos? Es más: Dios Padre, en boca del apóstol, nos anima a mantenernos en el amor de Cristo y a ser fieles a su palabra.
Escuchémosle.

lunes, 15 de febrero de 2010

Primer Domingo de Cuaresma

Dt. 26, 4-10; Salmo 90; Rm 10, 8-13; Lc 4, 1-13

 "Se puso junto a Mí:  le libraré"

El Espíritu Santo condujo a Jesús al desierto para que fuera tentado.
Necesaria y buena es, por tanto, la tentación.
Doblemente buena, señalaría yo.
Si caemos en ella, en nuestro corazón podremos desear levantarnos y alcanzar la dicha del perdón.
Y si logramos superarla, entonces, ¡qué grande es nuestro gozo y nuestra alabanza al Señor!; porque Se ha puesto a nuestro lado y nos ha librado.

lunes, 8 de febrero de 2010

Sexto Domingo del tiempo ordinario

Jr 17, 5-8; Salmo 1; 1 Cor 15, 12. 16- 20; Lc 6, 17. 20-26

"Él, levantando los ojos hacia sus díscípulos, les dijo: Dichosos (...)"

Con qué facilidad confiamos en nuestra "posición" en este mundo. De ello nos previene la Palabra de este domingo: Jeremías y el salmista coinciden en bendecir a quién confía en el Señor; y en maldecir al insensato que lo hace en su propio valer.
Porque pensamos demasiado en las cosas de este mundo como si fuese el único que nos aguarda…o que nos retiene. De este desdichado error nos avisa Pablo.
Y fijaos en el Evangelio: como Jesús, el Maestro, baja delante de los discípulos es que, al dirigirse a ellos, ha de alzar la mirada. Pues el corazón de Jesús, sin importar dónde le sitúen las circunstancias, siempre se posiciona a favor del pobre, del hambriento, del que llora o del que es excluido por aquellos que se creen en una posición más elevada.
Será la primera contraposición de las Bienaventuranzas.
Sea la nuestra una actitud de pescador (S. Agustín,¿recordáis?) para dejar que nos llene la Palabra y alcanzar la Vida por confiar tan sólo en Ella.
 

miércoles, 3 de febrero de 2010

Quinto Domingo del Tiempo Ordinario

Is 6, 1-2a. 3-8; Salmo 137; 1Cor 15, 1-11; Lc 5, 1-11

"Tú también serás pescador; lanza tus redes y espera en el Señor"


El hombre de labios impuros, pero que elige postrarse ante el Señor; aquél que reconoce no poder nacer a la Luz sin la gracia del Dios conmigo… éstos son los elegidos de la Palabra para ser sus testigos.
San Agustín así nos lo señala: "Dame, dice Cristo, a ese pescador; dame a ese hombre simple y sin instrucción; dame a ese hombre con el cual el orador, el senador o el emperador no se digna hablar, ni tan sólo cuando le compra pescado. Sí, dame a ese hombre. Cuando lo haya llenado, se verá claramente que soy únicamente Yo quien actúa.”
Recostemos nuestro corazón para escuchar a Isaías, profeta, la santidad de nuestro Señor; y su voluntad de, ante todo, obedecerle.
Para oír del apóstol Pablo el fundamento de nuestra fe; y que lo pequeño de este mundo es lo más grande del Reino.
Y, en el Evangelio, el cuerpo y el alma pongamos en pié. Pues el Pescador tiene la Palabra