martes, 24 de agosto de 2010

Vigésimo segundo domingo del tiempo ordinario

Ec 3, 17 - 18. 20. 28 - 29; Salmo 67; Hb 12, 18 - 19. 22 - 24a;   Lc 14, 1. 7 - 14

"Invita a quien no pueda pagarte"


Difícil propuesta para ser cumplida.
Pues deseamos, rápido, recaudar los beneficios del bien que hemos prestado.
Dificil pensar, entonces, y sentir que somos nosotros los beneficiados:
No poder pagar el gozo que no puede ser comprado.
Disfrutar de lo gratuíto... eso que tan poco valoramos...
hasta que, súbito, descubrimos que es lo único valorado.

En el Amigo,
Al + Mc

martes, 17 de agosto de 2010

Vigésimo primer domingo del tiempo ordinario

Is 66, 18 - 21; Salmo 116; Hb 12, 5 - 7. 11 - 13; Lc 13, 22 - 30

" Recorría ciudades y aldeas enseñando"

No hay peor sordo que quien no quiere oir; ni más profundo ciego que quien no quiere ver.
Ni mayor ignorante que quien no quiere aprender
Pues disponemos de un Buen Maestro sabedor de nuestras carencias
Por ello, con oportunas parábolas nos acerca al Conocimiento
Aunque no basta con acudir a clase; no es suficiente con hacerse presente a la hora de pasar lista
Hay que esforzarse en aprender
Esfuerzo por aprender
Esfuerzo por amar
Aprender a amar
Para ello vino el Maestro
Porque no se puede aprender sin esfuerzo
Ni enseñar, ni amar
Se necesita un buen maestro para ello


Pd. Dentro de poco empezarán las actividades docentes
A todos los profesores y maestros
Porque permanecer voluntariamente en la ignorancia es el mayor de los pecados
Pues quien no conoce, no será conocido
Por lo tanto, también ellos -los maestros- son sacerdotes del Dios Vivo

jueves, 12 de agosto de 2010

La Asunción de la Virgen María

Ap 11, 19a; 12, 1. 3 - 6a. 10ab; Salmo 44; 1 Cor 15, 20 - 27a; Lc 1, 39 - 56


¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?


Me he quedado largo tiempo leyendo, releyendo esta frase que, sin embargo, eligiera tan rápido.
¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?
Porque de una cosa, aun al leer y releer, no hay duda.
Me visita
Me anima y consuela
Me aconseja y guía
Cura mis heridas y lanza mis miedos al olvido
Obra milagros para mi
En carne y hueso
Para bien de mi alma
Y aun más
Se dice, también,
madre mía.

Con cariño a sor Asun
Del todo mimada por la Madre

martes, 3 de agosto de 2010

Decimonoveno Domingo del Tiempo Ordinario

Sb 18, 6 - 9; Salmo 32; Hb 11, 1 - 2. 8 - 19; Lc 12, 32 - 48

"No temas, pequeño rebaño"

Dice San Agustín a un discípulo de Manes: "Dos palabras, solamente dos palabras separan al antiguo y al nuevo testamento: temor y amor"

¿Cómo es que el Doctor parece dividir la relación que ha mantenido y mantiene la Humanidad en un tiempo pasado temeroso y uno nuevo plenitud del Amor, cuando sabe como pocos que el Padre es un Eterno Presente?
De igual manera se me antojan premeditadamente dispuestos dos espacios en apariencia distintos, yustapuestos, en las lecturas de este domingo; sobre todo en el Evangelio.
En primer lugar subrayaré la apelación que más gusto oir del Maestro: "No temas..."
Aunque temor de Dios no es sino amor a Dios pese no encontrar (o no importar) más razón para ello que su magestuoso poder.
De antiguo ha pensado la humanidad que el poder se demuestra dominando a los individuos que la integran.
Poder Dominante.
Es un hecho (así indicado por el propio Jesús) que los reyes y poderosos de la tierra tiranizan a los que consideran ya no sus inferiores; aun menos: tan solo de su propiedad.
Dios Altísimo, en cambio, no era así: eterna era su misericordia para con sus criaturas, a las que jamás así consideró, sino hijos queridos.
Amante Poder.
Nos enseñan las ciencias matemáticas que el conjunto puede poseer ciertas propiedades mientras que no así alguno o ninguno de sus elementos por separado.
Creo firmemente que la Humanidad está a salvo en el Reino ya presente erigido por Cristo. Nada habemos de temer. De otra manera, sería intentar hacer ineficaz Su Resurrección.
Bien distinto es el caso de cada ser como individuo.Por ello, debemos prepararnos y permanecer en actitud de servicio. Sobre todo los que pueden dar luz a sus compañeros. Desde nuestro pasado, debemos aspirar a nuestro futuro mediante una fe en nuestro Dios Padre Presente. Y no temer

Temer o no temer: en esto consiste la fe, la esperanza y, en definitiva y más importante, el amor.

Sin temor, creo firmemente que nuestro Dios Padre ha tenido a bien darnos el reino... aunque, como el Pan, nos lo dé a diaro; y a diario, fielmente, hallamos de estar todos solícitos para recibirlo cada uno.

En el Amigo, Al + Mc