martes, 25 de enero de 2011

Cuarto Domingo del Tiempo Ordinario

So 2, 3; 3, 12 - 13   ("Buscad al Señor, los humildes, que cumplís sus mandamientos")
Salmo 145               (Dichoso el pobre, el oprimido, el hambriento, el cautivo, el ciego o el que flaquea y se dobla; dichosos, cómo no, el justo y el preregrino; dichosos también el huérfano y la viuda)
1 Cor 1, 26 - 31      ("Lo necio y lo débil del mundo lo ha escogido Dios")
Mt 5, 1 - 12a           ("Al ver Jesús el gentío ... se puso a hablar, enseñándoles:")


Dichoso el pobre; bueno, no solo pobre; maticemos: dichoso el pobre en el espiritu.
Esta coletilla ha sido y sigue siendo tan groseramente abusada e incluso prostituida (simplemente basta con recordar Haití, ese pobre tercer mundo) que no tengo fuerzas para empezar con ellas este compartir la Palabra de hoy
Permitidme que pase a su segundo motivo de dicha: los que lloran
Solo un breve apunte antes: debió ser tremendamente sorprendente, desconcertante y de inmediato descarte esta cuestión, si no la hubiese proclamado alguién que hablaba con una increíble autoridad e inimaginable sabiduría; si no lo hubiese hecho mostrando tales signos, que tal era el Amor de Dios, nuestro Padre; si no anunciara tal nueva buena... ¡Porque la riqueza era -y sigue siendo para muchos- clara indicación de la clemencia de Dios para con sus escogidos, para los que cumplen sus preceptos! ¡Qué, sino, hizo que el joven rico desoyera al que es Palabra de Dios...! Por el que Jesús sintiera una honda pena; ¿llegaría, en esta pena, a llorar por él?
¿Qué significa llorar evangélivamente?
Desde luego, nada que ver con nuestro dicho: "el que no llora, no ..."; nada que ver con llorar de rabia, llorar de impotencia, llorar por debilidad o llorar por llorar
Llorar evangélicamente ¿será, desde la fortaleza de sentirse sustentados por el Padre, sentir misericordia por la necesidad de nuestro hermano? ¿Así nos enseñó a llorar el Maestro?
Antes de resucitar a Lázaro, su amigo; pese a saber que el Padre se lo iba a conceder... o tal vez no, Jesús lloró. Quiero decir: el Maestro se conmovió al ver a María -la hermana de Lázaro- llorando; quiso ser misericordioso con ella; y pidió al Padre "Hágase tu voluntad"
¿Llorarían de alegría, al ver a Lázaro resucitado? ¿Será de esta forma el llorar evangélico?
En otra ocasión, llegando a Jerusalen, previendo el desastre que avecinaba a sus hermanos por la testarudez de su corazón, volvió a llorar el Maestro; sintió de nuevo que su misericordia quería abogar por nosotros, porque en nuestra suficiencia de todo y de todos, no sabemos ni pedimos "librános del mal". En cambio, Él sí; así lo hizo en Getsemaní: "líbrame de este cáliz, libérame de este mal". Solo que, en este llorar, aprendío -como señala Pablo- a obedecer, aprendió que la voluntad del Padre jamás es para nuestro mal; siempre para nuestro bien eterno. Son nuestros miedos, nuestros temores - incluso los del Señor - los que hacen necesario nuestro llanto
Pero, con todo, ¿es este el llorar evangélico?
"Dichosos los que lloran... porque serán consolados"  ¿Jesús, las veces que lloró, fue consolado?
Sin duda. 
El abrazo de Lázaro resucitado... y el hondo sentimiento de María (¿ y el nuestro?) de saber que ha estado cara a cara con la Resurrección y la Vida, ¿son suficiente consuelo?
La paz que, pese a todo mal augurio o incluso clara previsión de desastres y destrucción, llena el alma del que sabe y anuncia el amor de un Padre Misericordioso, ¿es suficiente consuelo?
El que ofreció al Padre ruegos, suplicas y lagrimas; al que se le apareción un ángel del cielo para fortalecerle, pero que redobló con más fervor su oración... y pese a que su sudor semejaba gotas de sangre, ¿no encontraría consuelo en este diálogo íntimo con el Padre?
No es cualquier cosa este llorar que merece el consuelo divino ¡Cómo no sentirse dichoso el que por así llorar así se sienta querido!

(Quedan más bienaventuranzas; también quedan muchas más ocasiones)
En el Amigo
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martes, 18 de enero de 2011

Tercer Domingo del tiempo ordinario

Is 8, 23b - 9, 3         (El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande)
Salmo 26                  (El Señor es mi luz)
1Cor 1, 10 -13, 17   (... no hacer ineficaz la cruz de Cristo)
Mt 4, 12 - 23           (... proclamando el Evangelio del reino, curando las enfermedades y dolencias)


¿A quiénes anunció Jesús la buena nueva?
La cosa empezó en Galilea... allá de donde las mentes más lúcidas y preclaras de este mundo no podían esperar nada bueno.
Es nuestra continua pretensión de creer superada "la fase de conversión", de llenársenos la boca con frases como "yo soy del papa", "yo soy cristiano romano, católico y apostólico", "yo soy, además, de esta congregación", "yo soy de tal cofradía", "yo soy..."
Nuestra pretensión continua de renegar de la posibilidad que el mundo pueda hacernos sentir cojos, ciegos, leprosos, abandonados de Dios, en su ira... y no admitirnos necesitados del Padre, de su amor.
Nuestra pretensión de ser por "mi mismo", autosuficientes (autosobresalientes, si pudieramos).
Nuestro renegar de poder alcanzar y poseer todo en este mundo... y sentirse no obstante vacío, sin una pizca de valor, de amor.
¿Quiénes reciben la buena nueva que Jesús anuncia?¿Acaso los que sabiamente manipulan las palabras y los miedos para que, oscureciendo la verdad, intentar hacer ineficaz la cruz de Cristo?
La cruz de Cristo... la luz que ilumina el mundo, que cura sus enfermedades y dolencias
La cruz de Cristo, único camino a la Resurrección.
Convertirnos, creer de verdad en el reino de los cielos; librarnos del dominio de este mundo, de sus enfermedades y dolencias

Os compartiré un sentimiento que me ha calado hondo esta tarde al oir esta frase a un cofradre de San Antonio: "Por un día, en esta fiesta, gana el santo... al contrario de lo que ocurre en realidad, a diario"

Decimos ser creyentes... si, pero de este mundo. Nuestra "diaria sabiduría" nos indica que pensar de otro modo nos haría "torpes crédulos de cosas sin sentido".

"Venid y seguidme"... ¡qué increíble alternativa! ¡Qué maravillosa conversión!
Ojalá, pese a las artificiales y frías luces de neón (aunque atrayentes), veáis hoy la Luz que trae la salvación a este mundo

En el amigo
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viernes, 7 de enero de 2011

Bautismo del Señor

Is 42, 1 -  4. 6 - 7    (... saques a los cautivos de la prisión y de la mazmorra a los que habitan las tinieblas)
Salmo 28                 (El Señor bendice a su pueblo con la paz)
Hc 10, 34 - 38         (... curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él)
Mt 3, 13 - 17          (...Está bien que cumplamos así todo lo que Dios quiere)

En un Evangelio caracterizado por un orden en base a los sermones o discursos que pronunciara Cristo, no puedo dejar de admirar este diálogo que Jesús mantuvo con Juan... que Jesucristo pretende mantener con cada uno de nosotros: "Déjalo ahora. Está bien que cumplamos así todo lo que Dios quiere"
Y esta exhortación basta para que Juan, recapacitando en su corazón, asienta y reconozca que efectivamente Dios le quiere partícipe en el bautismo del Señor... pues, al parecer, todo ser humano ha de ser bautizado primero en el agua y, sólo después, en el Espíritu.
El Bautista, el hombre más grande nacido de mujer, sabe reconocer, como Jesús, cual es la voluntad de Dios.
Como Pedro, el hombre sobre el que Jesús fundara y fundamentara nuestra Iglesia, finalmente Juan no cede a la vanidad de la falsa humildad. Lo cierto que ambos supieron dar gloria a Dios con su vida; los dos oyeron revelaciones del Padre como ningún otro hombre. (Aunque otros tantos, al hacerse como niños, puedan oir aún mejor su voz)
Me maravilla este diálogo entre dos hombres que buscan la grandeza de cumplir la voluntad del Padre, cada cual según su humanidad. Juan, desde lo antíguo con el agua; Jesús desde lo nuevo con el Espíritu
¿Y yo me escabulliré de este diálogo disuadiendome que no va conmigo?
"Déjalo ahora... no insistas en tu sabiduría, en querer entender; te basta con mi Amor; créelo"
Si creyera, como Juan lo hacía, en mi bautismo... ¡seguro que escucharía hoy su voz, dialogando conmigo!

En el Amigo
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