lunes, 22 de agosto de 2011

Vigésimo Segundo Domingo del Tiempo Ordinario

Jr 20, 7 - 9       ("... y me dejé seducir")
Salmo 62          ("mi carne tiene ansia de tí,
                          como tierra reseca,agostada, sin agua..."
Rm 12, 1 - 2     ("... presentar vuestros cuerpos como
                           hostia viva, santa, agradable a Dios")
Mt 16, 21 - 27 ("... y entonces pagará a cada uno 
                           según su conducta")


Por un instante me he dicho: ¡ya estamos con la falacia de las contradicciones!
Una vez más, argumentos sólidamente "cristianos" con los que aquéllos más "católicos" combaten a los otros más "protestantes" (o viceversa):
"¿Sólo la fe salva? ¿Basta, tan solo, la fe?"
Parece que el  Evangelio hoy da la razón a los que niegan esto último: ¡debemos hacer buenas obras si queremos salvarnos!
Siempre defenderé nuestra entera y perfecta igualdad con Cristo referente a nuestra humanidad y la suya. Pero la divinidad es solo de Él. Sólo su acción salva. Nada que nosotros podamos hacer inutilizará su Sacrificio. Nada que dejemos de hacer invalidará su Amor
Entonces... ¡nos olvidamos de hacer otra cosa que "tener fe"!
Mirad (y perdonad que no pueda eludir mi vocación): Muchos alumnos me dicen: "He estudiado mucho y sin embargo temo suspender el examen"
¿No os suena a una falacia, a una pretendida pero falsa contradicción?
Quien estudia diariamente... (sin "empollar"; ni mucho menos "atracarse" la noche anterior)
Quien pregunta "a tiempo o a destiempo"; quien indaga, quien más que buscar respuestas académicas prefiere cuestionar y cuestionarse...
Quien realmente vive sus estudios dejándose "seducir" por ellos... porque está convencido que ellos, finalmente, conducen a la "buena vida", a la vida buena...
Quien no ve en el estudio un medio sino el camino, el único Camino... 
Quien así lo hace realiza inexorablemente  buenos examenes. Y, aun en los días "peores", no son malas sus notas
Porque quien realmente estudia a diario lo que debe como se debe, no tiene problemas de ninguna clase
Lo mismo pasa con las obras y la fe
A la verdadera (y estudiada) fe, acompaña sin duda alguna edificantes obras
Lo demás... son excusas de mal practicante (perdón) de mal estudiante
Un apunte para los más aventajados (ahora que desde el ministerio se nos pide la "excelencia"):
Se nos pagará por nuestra conducta, por nuestra forma de conducirnos
No por llegar (o no)  a nuestro "destino"; no por llegar (o no) con más equipaje... o menos lastre
No por llegar más pronto que otros; o habernos tomado excesivo tiempo contemplando "el paisaje"
Por nuestra forma de conducirnos... ¿Cómo se hace eso?
Suelo contestar a mis chicos: "¡con mucho cuidado!"...  quiero decir, con mucha fe; repetir el ejercicio hasta que nos salga bordado.
Si... para ello, el estudio ha de cautivarnos... de alguna forma seducirnos... hacernos creer que, ciertamente, renunciar a una siempre más "cómoda" vida nos conduce a una segura Vida; sin contradicción alguna
Es ciencia; y es fe (y una pequeña chanza contra cierto anuncio publicitario)

En el Amigo
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sábado, 20 de agosto de 2011

Vigésimo Primer Domingo del Tiempo Ordinario

Is 22, 19 - 23       ("...llamaré a mi siervo...le vestiré tu túnica...
                              le daré tus poderes...")
Salmo137             ("El Señor es sublime, se fija en el humilde")
Rm 11, 33 - 36     ("¡Qué insondables sus decisiones!...")
Mt 16, 33 - 36     ("Ahora te digo yo: Tú eres Pedro...")

Leo (en esta WWW del Señor uno encuentra de todo) un nada católico comentario -a mi parecer, claro- donde su autor quiere poner de manifiesto que "un simple mortal" no puede ser sustento ni pilar donde edificar la sacrosanta iglesia de Dios. Argumentos no le faltan: pasando por san Agustín y su tratado 124 o su sermón 13 : "Tú eres Pedro, y sobre esta Roca (piedra), que tú has confesado; sobre esta Roca que tú has reconocido diciendo: tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo, edificaré mi Iglesia; sobre Mí mismo, que soy el Hijo del Dios vivo, la edificaré, y no Yo sobre ti"  sin faltar san Cirilo, san Hilario, san Jerónimo, san Juan Crisóstomo, san Ambrosio, san Braulio...padres de la Iglesia  y afirmar que así fue reconocido en los concilios de los tres primeros siglos de la Iglesia cristiana.
Sin embargo no hace falta que me lluevan citas de otros textos de ¡los mismos autores! y posteriores para reafirmarme en un simple hecho: sé leer... y leo: "Ahora te digo yo: Tú eres Pedro..."
Sí. Cristo da a un simple mortal humano (como El mismo quiso ser -¡qué  insondable esta decisión!-) todo el poder en la tierra, nuevo ya paraíso terrenal re-conquistado por su sangre.
¿Por qué escandalizarnos de ello?
Ya así lo hizo su Padre (nuestro Padre) con Adán: le otorgó el poder de dar nombre a las cosas, a los animales... a todo lo creado. ¿Necesitaría llaves para ello? Naturalmente, solo son símbolos
¡Ay Dios!
O bien endiosamos a la forma de este mundo a nuestros obispos (enjoyándoles "como Dios manda") o peor les hacemos indignos de ser lo que Cristo Jesús, Señor nuestro, vino a confirmarnos: no dejamos de ser humanos al pecar; es más: ¡pese al pecado, Dios Padre ama nuestra humanidad! Así lo mostró Jesús en su Encarnación. Así lo ratificó Cristo en su muerte en la cruz por Amor
Para Dios Padre, cada humano y, por la comunión en Cristo, toda la humanidad, es único.
Jesús es el Primogénito e incluso el Unigénito Hijo de Dios; pero no "el único". Todos somos, igual que Jesús, hijos santos e irreprochables a su vista; únicos. Tanto que dejará al resto por ir a buscar a uno, extraviado, de nosotros... con tal que sea tan fuerte su fe (su esperanza y su amor) que le haga exclamar: ¡Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo!
Naturalmente que, por ello, no me resulte difícil creer en la infalibilidad del obispo de Roma: cualquiera de nosotros, salvo que rotundamente quiera fallar, lo es.(También yo; por eso, entre otras cosas, confío que mis hijos disculparán todos mis errores para con ellos, pues sabrán y sentirán, que me condujo quizás también mi ofuscación en el error pero sobre todo el amor. Y naturalmente creo en la virginidad de María: acabo de decirlo, todos y cada uno de nosotros somos santos e irreprochables a la vista del Señor. Y así todo el catecismo y su jerarquía
No hay monseñores. Hay un solo Señor Jesucristo. Solo El murió y resucitó por nosotros
Del resto, humanos y bien humanos, diremos (hoy, en Madrid):
¡Benedito el que viene en nombre del Señor!

en el Amigo
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(Pd. En todo caso, bueno es sentir que se puede -y se debe- discrepar de la fe nuestros mayores cada vez que así lo necesitemos. Doctores tiene la iglesia para mostrarnos, maternalmente, el verdadero camino.
Pero recordando, ella como nosotros, que si consolidadas son las enseñanzas y las costumbres adquiridas de los Padres de la Iglesia, más lo eran -y más antiguas- las leyes de Moisés y los Profetas para los judíos. Ya sabemos la opinión de Jesús -judío- al respecto.)

viernes, 12 de agosto de 2011

Vigésimo Domingo del tiempo ordinario

Is 56, 1. 6 - 7     ("... porque mi casa es casa de oración
                          y así la llamarán todos los pueblos")
Salmo 66            ("Oh Dios, que todos los pueblos te alaben...")
Rm 11,13-15. 29-32   ("... para tener misericordia de todos")
Mt  15, 21 - 28   ("...¡Ten piedad de mí, Señor, 
                              Hijo de David!")

Bien...
Una inmejorable ocasión para comprobar la humanidad de Cristo Jesús. Una humanidad que para nada es -como tantas veces nos han inducido a pensar- una "divinidad capada" (con toda la intencionalidad, el participio usado). Una humanidad como la de cualquiera de nosotr@s: en un eterno camino hacia su perfección. Una humanidad que crece y rompre sus prejuicios gracias al roce con otra humanidad sensible.
Una mujer se acerca a Jesús.
Cansado estoy de oir a más de un predicador que Jesús siempre atendía y atiende a quién le solicita suplicante.
El versículo 23 es contundente: "Jesús no le respondió nada", acaso por ser mujer y además no judía (caneana)
¿Que va a a ser que no?; bueno, quizás...
Empecemos por el comentario de sus discípulos: "atiéndela, porque viene gritando detrás de nosotros"
¿Lo comparamos con este otro referido a un extranjero, romano (es decir, opresor), aunque eso sí, hombre y piadoso?: "Merece que se lo condedas, porque ama a nuestro pueblo y ha sido él quien nos ha edificado la sinagoga"
La humana mentalidad de Jesús no difiere de la de sus discípulos. Pese que (siguiendo en Mt) ya ha realizado la curación de este esclavo, al ser presionado por la mujer, Jesús responde: "Dios me ha enviado solo a las ovejas perdidas de Israel"; a lo que añadió con más dureza: "no está bien tomar el pan de los hijos para echárselo a los perrillos". No obstante, una dureza exenta de crueldad e incluso lejos de ofensa: la cultura, toda enseñanza recibida, costumbres adquiridas y aceptadas... así catalogaban a la mujer: menos que nada
Precisamente por ello, la humanidad de Jesús que sobre todo había venido a realizar la voluntad del Padre, viose alimentada de amor. La mujer se tragó su orgullo; un (casi exclusivo) varonil atributo del que una madre no duda en despojarse por el bien de sus hijos.
Precisamente por ello la humanidad de Jesús avanzó en su camino de perfección en ese amor al prójimo (a todo prójimo, y no al que él -humano cristo?- pensaba) por su Amor al Padre y a llevar a cabo su voluntad... aunque ésta pasase por la cruz
"¡Qué grande es tu fé" ! dice el evangelista que proclamara Jesús de la mujer. Diferente del comentario que a un padre realizara antes de curar a su hijo: "Dices que si puedo..."
Nuestra fe nos hace creer en un Dios Padre. Nuestro amor, en un Dios Madre.
Ello, quizás, lo aprendiera Jesús al aceptar su acto supremo de amor y, en la cruz regalarnos a su madre: máxima expresión del amor de nuestro Padre celestial para con nosotros.
No ocultemos la humanidad de Cristo en el áurea de su Divina Resurrección. Para llegar a ella, El también peregrinó su aprendizaje
Al contrario, gocémosnos de la humanidad de Jesús, que es la nuestra.

¡Podemos!, es nuestra fe.    (aunque suene a slogan político)

En el Amigo
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("...¡Ten piedad de mí, Señor, hijo de María!")