viernes, 28 de octubre de 2011

Trigésimo primer domingo del tiempo ordinario

Mlq 1, 14b-2, 2b. 8-10 ("¿no tenemos todos un solo padre?")
Salmo 130                   ("... modero mis deseos, como un niño
                                      en brazos de su madre")
Tes 2, 7b - 9. 13          ("Os tratamos con delicadeza,
                                      como una madre de sus hijos")
Mt 23, 1 - 32               ("El primero entre vosotros
                                       será vuestro servidor")

¿No os suena como alegato del Padre y la Madre Pródigos?
Así nos ama la Trinidad: como un padre, como una madre
Nosotros, en cambio, lejos de amarnos como hermanos, nos juzgamos como enemigos extraños
El Padre es quien da verdadero ejemplo a su grey
Pudiendo ser dueño y señor; pudiendo ser el obedecido,
por puro desprendido amor se deja humillar por los incontrolados deseos de su hijos
Y como una madre, nos llora y aguarda
Un Padre que nos prepara y nos sirve la mesa
Una madre que se alegra de nuestras risas en ella
Siempre primeros en servir

En el Amigo
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viernes, 21 de octubre de 2011

Trigésimo Domingo del tiempo ordinario

Ex 22, 20 - 26    ("Si grita a mí, yo lo escucharé...")
Salmo 17            ("Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza")
1 Tes 1, 5c - 10  ("... llegasteis a ser un modelo para todos los creyentes")
Mt 22, 34 - 40   ("... ¿cuál es el mandamiento principal?")

A vuelta con (que no contra) los fariseos
El domingo pasado sobre la ley del César
Este domingo sobre la ley de Dios
Una vez más, César y Dios sobre el mismo plano:
El hombre, que dicta y sobre todo exige cumplimento de la ley, de "su ley"
Y en frente un Dios, que quiere hacerse semejante a nosotros, y como un Padre, no impone ley sino que propone su Amor y aguarda nuestra respuesta
¿Y qué se nos enseña a responder?
"Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser"
Leía en un librito que escribiera un sacerdote metido entre conventos que los monjes y monjas reconocían "relacionarse mejor con Dios que con sus hermanos o hermanas de convento". No pretende ser mayor crítica sino aquéllo que para muestra, un botón. (Mucho aprecio yo a mis hermanitas dominicas, para salir ahora con un renuncio)
¿Cómo se ama al Señor al que no "vemos"?
La respuesta es contundente, en un mandato semejante al primero y principal:
Amando a tu prójimo a quien sí "ves"
No hay más ley
Así lo decían y así lo anuncian los profetas..

En el Amigo
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jueves, 13 de octubre de 2011

Vigésimo noveno domingo del tiempo ordinario

Is 45, 1 . 4 - 6   ("...te llamé por tu nombre...")
Salmo 95           ("... decid a los pueblos: el Señor es rey...")
1 Tes 1, 1 - 5b    ("... cuando se proclamó el evangelio entre
                            vosotros no hubo solo palabras...")
Mt 22, 15 - 21  (" ... pagadle al César lo que es del César y 
                            a Dios lo que es de Dios...")

Seré breve, amigos.
Es el Evangelio de hoy ése que debiéramos coger y recitar la pie de la letra sin vacilación.
Con un pero quizás: la persona verbal.
Dios nos llama, se nos dirige personalmente, individualmente. Nos conoce y nos llama por nuestro nombre.
Así pues, debiéramos leer "paga al César lo que es del César y a Mí lo que es mío"
"Pagar" no es lo mismo que "dar". Matices de las traducciones. Igual que poner con mayúscula "César"; en el mismo plano que "Dios". César, nuestros goberanantes, no debieran ser seres abstractos: son, nos guste o no, nuestro projimo, nuestro hermano; por tanto con un nombre propio al que dirigirnos... y al que corregir fraternalmente si llega el caso. Pero de eso, hablaremos otro día.
"... y a Mí, lo que mío es". 
Si pusiésemos todo nuestro empeño en dar a Dios lo que suyo es (en vez que esquivar el asunto con estrategias como "¿qué es lo que debo dar a Dios?") no tendríamos que andar preocupados por lo primero: Dando a Dios lo que es de Dios, al César le pagaríamos lo suyo por añadidura.
(Cqd)

En el Amigo
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jueves, 6 de octubre de 2011

XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario

Is 25,6-10a     ("Ahí está nuestro Dios,
                         de quien esperábamos la salvación:")
Salmo 23         ("El señor es mi pastor, nada me puede faltar....")
Flp 4,12-14.19-20 ("... todo lo puedo en Aquel que me conforta.")
Mt 22, 1 - 14 ("Amigo, le dijo, 
                     ¿cómo has entrado aquí sin el traje de fiesta?")

¿Temor?¿He de tener miedo a que mi Rey entre y me encuentre sin traje de fiesta?
¿Debo mostrar miedo y temor del Rey que desea celebrar la boda de su Hijo, Rey de Reyes?
Tánto desea celebrar esta fiesta, seguramente con una gran cena, que al verse despreciado de los que El sentía tan allegados, no duda en realizar una masiva llamada en todo su reino, a buenos y malos.

Miedo no tenían, no tienen, nunca lo tendrán esos que aun siendo su familia elegida reniegan de su invitación; temor no tenían, no tienen, nunca lo tendrán esos que aun sabiendo que se trata de una fiesta real acuden a ella como si de una burla se tratara, pues solo buscan el provecho que puedan sacarle: comer y saciar el cuerpo sin pensar por un solo momento en el gozo inmerecido de ser acogidos por su Rey

Y yo, que he aprendido de su Hijo, del Rey de Reyes a no tener miedo, a no temer...¿también habré de tener miedo de su Padre? ¿Le Tendré que temer?
¿Qué significado puede tener entrar (en el Banquete del Reino) sin el traje de fiesta?
De momento podemos apreciar que el "castigo" a tal osadía es bastante "peor" que el recibido por los "apóstatas" que renegaron la invitación: estos ultimos mueren ejecutados (no necesariamente "de mala muerte" y ya poco podría importarles que incendiaran su ciudad). Pero el primero es atado "de pies y manos y arrojado fuera; allí habrá llanto y rechinar de dientes"
Entrar en el banquete del Reino sin el traje adecuado singnifica claramente no creer en tal realeza sino más bien en otras "realidades" que imponen "otras vestimentas"

"Destruirá la muerte para siempre" anuncia el profeta Isaías.
¡Ay del que se vea arrojado fuera!... será el llorar y rechinar de dientes...¡tan al contrario de las risas y alegrías de una fiesta, de un banquete de bodas!
No; no tengo miedo del que invita
Temo reusar la invitación; más aún: recelo de mi vestimenta

¡Mas tengo fe... y todo lo podré en Aquel que me conforta!
¡Aquí está nuestro Dios, de quien esperamos la salvación!

En el Amigo que nos invita
al + mc