martes, 3 de mayo de 2011

Tercer Domingo de Pascua

Hc 2, 14. 22 - 33      (Os hablo de Jesús nazareno...)
Salmo 15                 (...Por eso se me alegra el corazón...)
Pe 1, 17 - 21            (...[Dios] lo resucitó de entre los muertos
                                  y le dío gloria)
Lc 24, 13 - 35          (lo habían reconocido al partir el pan)

Reconocer
Son muchas y variadas las acepciones que los diccionarios ofrecen para este vocablo.
Ninguna de ellas, sin embargo, hace referencia a un “volver a conocer” o un “conocer de nuevo” para indicar el hecho de olvidarse de algo o alejarse tanto de alguien que no bastase ya el recuerdo y sea necesario un nuevo y verdadero conocimiento: reconocer así el hecho; reconocer así la persona.
Reconozco que estoy jugando con las palabras. Pero vosotros ya estáis al cabo y quiero presumir que sabríais reconocer un escrito mío precisamente en ello y por ello.
¿Conocían los discípulos de Emaús a Jesús? ¿Lo conocemos nosotros?
¿Somos tan necios y torpes como ellos y no llegaremos a reconocer, admitir y creer lo que anunciaron los profetas?  ¿O quizás examinaremos la Escritura y reconoceremos en ella las promesas de nuestro Padre Celestial? ¿Aceptaremos, reconociéndola, nuestra ceguera? ¿Caeremos en la cuenta y reconoceremos nuestra ignorancia, nuestro no saber hacer, nuestro no querer aprender ni entender por tener la mente embotada con “nuestras expectativas”?
Los apóstoles conocieron a Jesús en persona. Pero no supieron reconocerlo hasta la llegada del Paráclito, de su Espíritu de Verdad
Reconozco que tantas veces he deseado ser uno de ellos y conocer a Jesús así ¡Qué torpe y necio que soy, ¿verdad?!... se me olvida lo que acabo de escribir: lo importante es reconocerlo en el Camino, en la Verdad, en la Vida... ¡Qué lejos estoy de ello!

Por último, una curiosidad: es palíndroma (si recaemos en ello, la podemos reconocer leyéndola de derecha a izquierda; nada usual)

En el Amigo,
Al + mc

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