Gn 2, 7-9; 3, 1-7 (Entoces se les abrieron los ojos a los dos
y se dieron cuenta de que estaban desnudos)
Salmo 50 (Renuévame por dentro con espíritu firme)
Rm 5, 12-19 (Tampoco hay proporción entre la gracia que Dios
concede y las consecuencias del pecado)
Mt 4, 1-11 (Después de ayunar cuarenta dias
con sus cuarenta noches)
Hay diversas maneras de "verse desnudo", necesitado, hambriento y sediento.
La Palabra de este domingo, nos propone dos:
La del hombre (o la mujer) que ha pasado de sentirse seguro, protegido, sin creadas necesidades que le despeguen del Amor de nuestro Dios Padre, a verse desnudo, inseguro, desprotegido, habriento y sediento de amor... o bien el hombre (o mujer) que por Amor de Dios Padre no siente necesidad ni temor, pues se sabe protegido.
La gran diferencia entre las dos la determina y marca la tentación.
"No nos dejes caer en tentación", nos enseñó a rogar el Maestro; Él, que no cayó. Pese a que la muerte le hizo gustar el temor, el verse y sentirse desnudo sin nada de sí.
¡Y con qué facilidad caigo yo en la más mínima tentación de creerme mejor, mejor vestido, con mejor apariencia... que no mi prójimo emigrante, que no mi prójimo ignorante, que no mi prójimo hambriento y sediento no solo de pan y agua sino de Justicia!
Solo me consuela -hermanos, ha de consolarnos-, sentir que no hay proporción entre la gracia que Dios Padre me concede y las consecuencias de mi pecado.
En el Amigo
al + mc
jueves, 10 de marzo de 2011
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