lunes, 18 de enero de 2010

Tercer Domingo del Tiempo Ordinario

Ne 8, 2-4a. 5-6. 8-10; Salmo 18; 1Cor 12, 12-30; Lc 1, 1-4; 4, 14-21

" Todos hemos bebido de un solo Espíritu"


Es hoy tercer domingo del tiempo ordinario. Los acontecimientos recién vividos en estos días (alegres como la navidad, desoladores como el terremoto de Haití) se van normalizando. Al parecer, nos es difícil vivir y, aun menos, convivir sin acotar nuestra conducta y, peor, nuestras esperanzas y alegrías, a unas normas, a “lo que toque” del día.
Quizás por eso hoy, la Palabra, siempre extraordinaria, en boca de Esdras el escriba, nos convoca y anima a estar alegres, a consagrar, no solo hoy sino nuestro día a día, al Señor.
“La voluntad del Señor es pura y eternamente estable”, nos dirá el Salmo.
Y su voluntad es que seamos uno en Él, como Él lo es en el Padre. Así nos lo explicará Pablo en su primera carta a los Corintios.
Y para ser un tiempo ordinario o precisamente por serlo, cuando menos lo esperamos,  la Buena Nueva no podrá ser más esperanzadora: “Hoy se cumple la Escritura”
Estemos atentos, pues, a ella.

1 comentario:

  1. Los cristianos poseemos un gran tesoro: «El libro del corazón de Dios abierto para todos los hombres». En la Sagrada Escritura hallamos el latido de nuestro Dios, tenemos el Antiguo Testamento que Dios lo completó con su Hijo amado Jesús, dándonos el Nuevo testamento. En ellos hallamos consuelo, porque es ley de esperanza, de sabiduría y de un amor que nunca se acaba. Ese libro abierto nos pertenece, es único y si lo sabemos leer, meditar y orar, conoceremos como es Dios, aunque sea solo su silueta, su sombra.
    El evangelista Lucas, 1:1-4; 4:14-21, nos cuenta que una vez leyó el libro lo cerro y todos pusieron en él su mirada. En la persona de Jesús se realiza aquello que está escrito en los antiguos escritos de manera que intentaban expresar en forma de historias, de profecías, de sentencias sapienciales, de cantos. Después de la vida pública Jesús predicando la Buena Noticia por toda Galilea, el Padre ya no tiene nada más que decirnos.
    La novedad es necesaria buscarla cada día y para ello es necesario que seamos pobres, que seamos capaces de admirarnos, de ser sorprendidos con un nuevo conocimiento descubierto tras una oración humilde. Esta pobreza de la que hablamos, solo se puede asimilar gracias al Espíritu Santo.

    El Espíritu Santo nos conducirá hasta la misma cruz, a vivirla y a entregar nuestro pobre espíritu a Dios tanto en los momentos duros como agraciados de nuestra vida.
    Este es el secreto del dinamismo de la vida cristiana. Los pobres son felices porque son bienaventurados en el espíritu, es decir: «No solo porque tienen el corazón pobre, sino también porque el Espíritu Santo pone en marcha su existencia como pobres»

    Si en Jesús «El Espíritu del Señor está sobre él, es por la unción misma del amor que le hace ser enviado para anunciar la Buena Noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad y a los ciegos la vista, en definitiva “Para anunciar el año de gracia del Señor”»
    Si en Jesús se cumplió la escritura, aprendamos de él, y anunciemos predicando la gracia del evangelio como pobres para enriquecer el amor de fraternidad entre los hombres.

    Sor.Cecilia Codina Masachs O.P

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