sábado, 20 de agosto de 2011

Vigésimo Primer Domingo del Tiempo Ordinario

Is 22, 19 - 23       ("...llamaré a mi siervo...le vestiré tu túnica...
                              le daré tus poderes...")
Salmo137             ("El Señor es sublime, se fija en el humilde")
Rm 11, 33 - 36     ("¡Qué insondables sus decisiones!...")
Mt 16, 33 - 36     ("Ahora te digo yo: Tú eres Pedro...")

Leo (en esta WWW del Señor uno encuentra de todo) un nada católico comentario -a mi parecer, claro- donde su autor quiere poner de manifiesto que "un simple mortal" no puede ser sustento ni pilar donde edificar la sacrosanta iglesia de Dios. Argumentos no le faltan: pasando por san Agustín y su tratado 124 o su sermón 13 : "Tú eres Pedro, y sobre esta Roca (piedra), que tú has confesado; sobre esta Roca que tú has reconocido diciendo: tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo, edificaré mi Iglesia; sobre Mí mismo, que soy el Hijo del Dios vivo, la edificaré, y no Yo sobre ti"  sin faltar san Cirilo, san Hilario, san Jerónimo, san Juan Crisóstomo, san Ambrosio, san Braulio...padres de la Iglesia  y afirmar que así fue reconocido en los concilios de los tres primeros siglos de la Iglesia cristiana.
Sin embargo no hace falta que me lluevan citas de otros textos de ¡los mismos autores! y posteriores para reafirmarme en un simple hecho: sé leer... y leo: "Ahora te digo yo: Tú eres Pedro..."
Sí. Cristo da a un simple mortal humano (como El mismo quiso ser -¡qué  insondable esta decisión!-) todo el poder en la tierra, nuevo ya paraíso terrenal re-conquistado por su sangre.
¿Por qué escandalizarnos de ello?
Ya así lo hizo su Padre (nuestro Padre) con Adán: le otorgó el poder de dar nombre a las cosas, a los animales... a todo lo creado. ¿Necesitaría llaves para ello? Naturalmente, solo son símbolos
¡Ay Dios!
O bien endiosamos a la forma de este mundo a nuestros obispos (enjoyándoles "como Dios manda") o peor les hacemos indignos de ser lo que Cristo Jesús, Señor nuestro, vino a confirmarnos: no dejamos de ser humanos al pecar; es más: ¡pese al pecado, Dios Padre ama nuestra humanidad! Así lo mostró Jesús en su Encarnación. Así lo ratificó Cristo en su muerte en la cruz por Amor
Para Dios Padre, cada humano y, por la comunión en Cristo, toda la humanidad, es único.
Jesús es el Primogénito e incluso el Unigénito Hijo de Dios; pero no "el único". Todos somos, igual que Jesús, hijos santos e irreprochables a su vista; únicos. Tanto que dejará al resto por ir a buscar a uno, extraviado, de nosotros... con tal que sea tan fuerte su fe (su esperanza y su amor) que le haga exclamar: ¡Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo!
Naturalmente que, por ello, no me resulte difícil creer en la infalibilidad del obispo de Roma: cualquiera de nosotros, salvo que rotundamente quiera fallar, lo es.(También yo; por eso, entre otras cosas, confío que mis hijos disculparán todos mis errores para con ellos, pues sabrán y sentirán, que me condujo quizás también mi ofuscación en el error pero sobre todo el amor. Y naturalmente creo en la virginidad de María: acabo de decirlo, todos y cada uno de nosotros somos santos e irreprochables a la vista del Señor. Y así todo el catecismo y su jerarquía
No hay monseñores. Hay un solo Señor Jesucristo. Solo El murió y resucitó por nosotros
Del resto, humanos y bien humanos, diremos (hoy, en Madrid):
¡Benedito el que viene en nombre del Señor!

en el Amigo
al + mc

(Pd. En todo caso, bueno es sentir que se puede -y se debe- discrepar de la fe nuestros mayores cada vez que así lo necesitemos. Doctores tiene la iglesia para mostrarnos, maternalmente, el verdadero camino.
Pero recordando, ella como nosotros, que si consolidadas son las enseñanzas y las costumbres adquiridas de los Padres de la Iglesia, más lo eran -y más antiguas- las leyes de Moisés y los Profetas para los judíos. Ya sabemos la opinión de Jesús -judío- al respecto.)

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