sábado, 18 de septiembre de 2010

Vigésimo quinto domingo del tiempo ordinario

Am 8, 4 - 7; Salmo 112; 1 Tim 2, 1 - 8; Lc 16, 1 - 13

"... alzando las manos limpias de ira y divisiones."

Quizás a tiempo llegue esta monición.
También el administrador, apurando su tiempo, logró sacar partido del injusto dinero y aún a las circunstancias de este malvado mundo.
Ninguna crítica al dueño y señor de lo administrado: es muy libre de hacer con lo suyo lo que le plazca. 
No en cambio el administrador: debe dar cuenta de lo bueno o de lo malo de su gestión… pues nada le es suyo, nada le pertenece.
Quizás ésta sea la mejor parábola para indicarnos qué hacemos en este mundo: buscar, encontrar amigos. Anhelar que nos salga al paso el Amigo.

Finaliza la parábola con lo que pareciera una frase lapidaria: “No se puede servir a dos amos (…) No se podéis servir a Dios y al dinero”
No así el Evangelio, ¿verdad?:  Poco después que Jesús  –Dios  Encarnado– nos mostrase cómo Dios nos ama más que al dinero (Mt 10, 30ss), se alzará –en una cruz– como nuestro gratuito Servidor, por Amor de Dios (Jn 13)

Alabad al Señor, que alza al pobre; al mísero que jamás podrá poner su esperanza en ese Poderoso Señor que llamamos Don Dinero, pues ya sabe bien que, adonde él quiere ir, este señor no tiene crédito… ni para comprar un par de sandalias.

En el Amigo (y aún en la peor de las rachas)
Al + Mc

1 comentario:

  1. HOLA SU CHICO:

    BUENA REFLEXION.

    PERO HOY DIA SE SIRVE MAS AL DINERO QUE AL SEÑOR.

    ASI ES LA SOCIEDAD DE CONSUMO.

    UN ABRAZO A TI Y A TU CHICA, Montserrat

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