viernes, 7 de enero de 2011

Bautismo del Señor

Is 42, 1 -  4. 6 - 7    (... saques a los cautivos de la prisión y de la mazmorra a los que habitan las tinieblas)
Salmo 28                 (El Señor bendice a su pueblo con la paz)
Hc 10, 34 - 38         (... curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él)
Mt 3, 13 - 17          (...Está bien que cumplamos así todo lo que Dios quiere)

En un Evangelio caracterizado por un orden en base a los sermones o discursos que pronunciara Cristo, no puedo dejar de admirar este diálogo que Jesús mantuvo con Juan... que Jesucristo pretende mantener con cada uno de nosotros: "Déjalo ahora. Está bien que cumplamos así todo lo que Dios quiere"
Y esta exhortación basta para que Juan, recapacitando en su corazón, asienta y reconozca que efectivamente Dios le quiere partícipe en el bautismo del Señor... pues, al parecer, todo ser humano ha de ser bautizado primero en el agua y, sólo después, en el Espíritu.
El Bautista, el hombre más grande nacido de mujer, sabe reconocer, como Jesús, cual es la voluntad de Dios.
Como Pedro, el hombre sobre el que Jesús fundara y fundamentara nuestra Iglesia, finalmente Juan no cede a la vanidad de la falsa humildad. Lo cierto que ambos supieron dar gloria a Dios con su vida; los dos oyeron revelaciones del Padre como ningún otro hombre. (Aunque otros tantos, al hacerse como niños, puedan oir aún mejor su voz)
Me maravilla este diálogo entre dos hombres que buscan la grandeza de cumplir la voluntad del Padre, cada cual según su humanidad. Juan, desde lo antíguo con el agua; Jesús desde lo nuevo con el Espíritu
¿Y yo me escabulliré de este diálogo disuadiendome que no va conmigo?
"Déjalo ahora... no insistas en tu sabiduría, en querer entender; te basta con mi Amor; créelo"
Si creyera, como Juan lo hacía, en mi bautismo... ¡seguro que escucharía hoy su voz, dialogando conmigo!

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