viernes, 12 de agosto de 2011

Vigésimo Domingo del tiempo ordinario

Is 56, 1. 6 - 7     ("... porque mi casa es casa de oración
                          y así la llamarán todos los pueblos")
Salmo 66            ("Oh Dios, que todos los pueblos te alaben...")
Rm 11,13-15. 29-32   ("... para tener misericordia de todos")
Mt  15, 21 - 28   ("...¡Ten piedad de mí, Señor, 
                              Hijo de David!")

Bien...
Una inmejorable ocasión para comprobar la humanidad de Cristo Jesús. Una humanidad que para nada es -como tantas veces nos han inducido a pensar- una "divinidad capada" (con toda la intencionalidad, el participio usado). Una humanidad como la de cualquiera de nosotr@s: en un eterno camino hacia su perfección. Una humanidad que crece y rompre sus prejuicios gracias al roce con otra humanidad sensible.
Una mujer se acerca a Jesús.
Cansado estoy de oir a más de un predicador que Jesús siempre atendía y atiende a quién le solicita suplicante.
El versículo 23 es contundente: "Jesús no le respondió nada", acaso por ser mujer y además no judía (caneana)
¿Que va a a ser que no?; bueno, quizás...
Empecemos por el comentario de sus discípulos: "atiéndela, porque viene gritando detrás de nosotros"
¿Lo comparamos con este otro referido a un extranjero, romano (es decir, opresor), aunque eso sí, hombre y piadoso?: "Merece que se lo condedas, porque ama a nuestro pueblo y ha sido él quien nos ha edificado la sinagoga"
La humana mentalidad de Jesús no difiere de la de sus discípulos. Pese que (siguiendo en Mt) ya ha realizado la curación de este esclavo, al ser presionado por la mujer, Jesús responde: "Dios me ha enviado solo a las ovejas perdidas de Israel"; a lo que añadió con más dureza: "no está bien tomar el pan de los hijos para echárselo a los perrillos". No obstante, una dureza exenta de crueldad e incluso lejos de ofensa: la cultura, toda enseñanza recibida, costumbres adquiridas y aceptadas... así catalogaban a la mujer: menos que nada
Precisamente por ello, la humanidad de Jesús que sobre todo había venido a realizar la voluntad del Padre, viose alimentada de amor. La mujer se tragó su orgullo; un (casi exclusivo) varonil atributo del que una madre no duda en despojarse por el bien de sus hijos.
Precisamente por ello la humanidad de Jesús avanzó en su camino de perfección en ese amor al prójimo (a todo prójimo, y no al que él -humano cristo?- pensaba) por su Amor al Padre y a llevar a cabo su voluntad... aunque ésta pasase por la cruz
"¡Qué grande es tu fé" ! dice el evangelista que proclamara Jesús de la mujer. Diferente del comentario que a un padre realizara antes de curar a su hijo: "Dices que si puedo..."
Nuestra fe nos hace creer en un Dios Padre. Nuestro amor, en un Dios Madre.
Ello, quizás, lo aprendiera Jesús al aceptar su acto supremo de amor y, en la cruz regalarnos a su madre: máxima expresión del amor de nuestro Padre celestial para con nosotros.
No ocultemos la humanidad de Cristo en el áurea de su Divina Resurrección. Para llegar a ella, El también peregrinó su aprendizaje
Al contrario, gocémosnos de la humanidad de Jesús, que es la nuestra.

¡Podemos!, es nuestra fe.    (aunque suene a slogan político)

En el Amigo
al + mc
("...¡Ten piedad de mí, Señor, hijo de María!")


1 comentario:

  1. Y que regalo más hermoso nos hizo Jesús, nos regaló a su propia Madre, la Virgen Maria.
    Un abrazo desde Valencia, Montserrat

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