sábado, 5 de diciembre de 2009

Solemnidad de María Inmaculada

Sólo los hijos se olvidan de festejar a su Madre

Gn 3, 9-15. 20; Salmo 97; Ef 1, 3-6. 11-12; Lc 1, 26-38


"Aquí está la esclava del Señor; ..."


[Dedicado a sor Luisa que ha sabido vivir la virginidad en su cuerpo
y está preparada para ofrecer la desnudez de su alma]

La Palabra nos hablará hoy de virginidad y de desnudez.

De la fecunda virginidad de María; y del vergonzoso pudor de Eva y Adán.

Oiremos cómo la  humilde desnudez de María encuentra gracia ante Dios y le permite contestar: “He aquí la esclava del Señor”.
Y, también, la arrogancia de las virginidades perdidas de todos aquellos que revestidos de vanidad proclaman ser sus propios creadores, muy “dueños de sí mismos”.

Pero sobre todo, se nos hablará de esperanza: del alumbramiento de un precioso Niño que devolverá la virginal desnudez  a nuestros corazones.

1 comentario:

  1. Mucho se ha hablado de la virginidad de María. ¿Qué añadir o, aun menos, eliminar?
    Hablemos de su desnudez. La desnudez de su alma en presencia de Dios; sin ningún temor.

    Porque quizás seamos los casados quienes sabemos o al menos intuimos la suerte que tenemos de poder desnudarnos sin vergüenza delante de la amada o el amado.
    No es fácil desnudar el cuerpo; mucho menos el alma.
    Despojarnos de la posibilidad de negar que así somos: lo que ves.

    Digo esto porque afirmo, con cariño y experiencia, que una madre jamás te verá desnudo.
    Siempre te arropará con su amor, con su infinita ternura.
    Da igual que apenas cuentes unos meses o que haga años que te afeites o uses sujetador. (De forma excluyente a ser posible; aunque tampoco esto mermaría su calor).
    A sus ojos no creces.
    Se hace esclava del tiempo. Tú cambias. Su amor permanece.

    Como la mejor de las madres, nos ama Dios.
    Por eso creó a mamá y a María.


    ¿Qué sentiste, madre María,
    al tener en brazos a tu Hijo inerte,
    al pie de la cruz, desnudo,
    despojado de la vida?
    ¿Recordaste aquel día en el pesebre
    que en pañales de amor le envolviste
    y como ahora, en tu pecho, dormía?
    ¿Qué sentiste Madre mía?

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