jueves, 13 de octubre de 2011

Vigésimo noveno domingo del tiempo ordinario

Is 45, 1 . 4 - 6   ("...te llamé por tu nombre...")
Salmo 95           ("... decid a los pueblos: el Señor es rey...")
1 Tes 1, 1 - 5b    ("... cuando se proclamó el evangelio entre
                            vosotros no hubo solo palabras...")
Mt 22, 15 - 21  (" ... pagadle al César lo que es del César y 
                            a Dios lo que es de Dios...")

Seré breve, amigos.
Es el Evangelio de hoy ése que debiéramos coger y recitar la pie de la letra sin vacilación.
Con un pero quizás: la persona verbal.
Dios nos llama, se nos dirige personalmente, individualmente. Nos conoce y nos llama por nuestro nombre.
Así pues, debiéramos leer "paga al César lo que es del César y a Mí lo que es mío"
"Pagar" no es lo mismo que "dar". Matices de las traducciones. Igual que poner con mayúscula "César"; en el mismo plano que "Dios". César, nuestros goberanantes, no debieran ser seres abstractos: son, nos guste o no, nuestro projimo, nuestro hermano; por tanto con un nombre propio al que dirigirnos... y al que corregir fraternalmente si llega el caso. Pero de eso, hablaremos otro día.
"... y a Mí, lo que mío es". 
Si pusiésemos todo nuestro empeño en dar a Dios lo que suyo es (en vez que esquivar el asunto con estrategias como "¿qué es lo que debo dar a Dios?") no tendríamos que andar preocupados por lo primero: Dando a Dios lo que es de Dios, al César le pagaríamos lo suyo por añadidura.
(Cqd)

En el Amigo
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